Este mueble lo heredé de una gran amiga en el 2015, ella se iba del país. Contenta por un lado porque sabía que era una gran oportunidad de cambio y aire para ella, pero tristeza que me guardé bien adentro. Estar con ella, era un un cable a tierra cuando a veces se hacía muy pesada la rutina en la oficina, todavía pienso en anécdotas que quiero contarle, pero a veces entre el cambio de horario y la maternidad, hacen que las guarde en algún lugar de mi cerebro, con neuronas desparramadas y hormonas al mando.
Cuando fui a buscar el mueble sabía que lo iba reciclar, pero recién casi tres años después, puse manos a la obra.
Me imaginé como lo quería transformar, durante un mes busqué el color exacto, quería un verde agua, manijas doradas (que también cartoneé - no me reconoce como verbo, que mal che!- hace un par de años). Tuve la pintura durante otro mes y medio hasta que el fin de semana pasado, decidí comenzarlo a pintar. Vale aclarar que es díficil hacerme el tiempo donde el bebé no pida teta y atención y la más grande no esté reclamando jugar a las barbies o lego. Decidí hacerme ese momento de todas formas eran tan solo 40 minutos, ni más ni menos, pero en esta época de mi vida equivale a una semana entera de ausencia.
Paso a paso
Lijé y limpié el mueble.
Abrí la pintura y arranqué la primer mano.
Pensé, ok no es el verde exacto que quería pero seguro con la segunda mano se va a ver mejor.... La baja humedad y el viento me jugaron a favor para ver el veredicto del color... y NO, NO ERA EL COLOR!!! Furiaaaaa y frustración señores!!!, y si ... haber invertido 40 minutos y que sea un celeste eléctrico... quería llorar y patalear.

Pensé, ok no es el verde exacto que quería pero seguro con la segunda mano se va a ver mejor.... La baja humedad y el viento me jugaron a favor para ver el veredicto del color... y NO, NO ERA EL COLOR!!! Furiaaaaa y frustración señores!!!, y si ... haber invertido 40 minutos y que sea un celeste eléctrico... quería llorar y patalear.
Al día siguiente, pinté un cajon y las rejillas, quería terminarlo junto a mi frustración y la cocina con todo lo alojado en el mueble desparramado, ni bien se secó lo volví a armar y meter las cosas en el mueble. De a poco me empezó a gustar. Aunque para mi no estaba terminado, marido me convenció de dejarlo así. y la verdad quedó genial. Entender que a veces en el camino el puerto de llegada es diferente pero incluso para ser mejor.
Así quedó, y así me lo quedo.
Así quedó, y así me lo quedo.
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